Ya conocemos los
múltiples efectos negativos que la
comida basura ocasiona sobre nuestro cuerpo pero, ¿cómo afecta a nuestra mente?
Conocidas son las consecuencias del consumo de comida basura
o fast food: elevación del colesterol, aumento de la hipertensión, alteración
del sentido del gusto, desarrollo de sobrepeso y obesidad.
Desglosando un menú del conocido restaurante Mc Donalds obtenemos el siguiente perfil calórico: hamburguesa big mac (495 kcal), patatas fritas (340kcal), coca cola (170kcal). Esto suma un total de 1005 calorías. Considerando que una mujer necesita un promedio de 2000 kcal al día, esta ingesta representa el 50% de la energía diaria necesaria.
Desglosando un menú del conocido restaurante Mc Donalds obtenemos el siguiente perfil calórico: hamburguesa big mac (495 kcal), patatas fritas (340kcal), coca cola (170kcal). Esto suma un total de 1005 calorías. Considerando que una mujer necesita un promedio de 2000 kcal al día, esta ingesta representa el 50% de la energía diaria necesaria.
El problema de consumir comida rápida no es sólo que daña
nuestra salud, sino que se vuelve imprescindible para aquellos que la
consumen. Y es que, según algunas
investigaciones, la ingesta de comida basura desarrolla los mismos mecanismos
moleculares en el cerebro que se
producen durante el consumo de las
drogas, propiciando un consumo adictivo. Es decir, cada vez necesitamos más
cantidad de comida para obtener un efecto placentero.
¿Por qué es tan difícil preferir los alimentos saludables ante los de alto contenido calórico? Según nuevas investigaciones presentadas en la Conferencia de Neurociencias de 2012, lo que comemos puede alterar nuestro cerebro y viceversa.
Cuando decides tomar un pastel frente a una fruta, tu cerebro es modificado, se vuelve menos apto para controlar comportamientos impulsivos, lo que conlleva que comas más.
Esto es debido a que cuando ingerimos fast food, nuestras
vías de recompensa cerebrales se sobreestimulan. El sistema se adapta a dicha
sobreestimulación mediante la reducción de la actividad cerebral. Para
equilibrar esta reducción de actividad cerebral se necesita, de nuevo, una
sobreestimulación, proveniente de las sustancias que nos aporta la comida
basura. Estas sustancias son aditivos
químicos y potenciadores del sabor utilizados a grandes dosis, que permiten
alcanzar el sabor y la consistencia deseada en el alimento, en función de los
intereses de la industria. ¿El objetivo? Vender más.
De la misma forma, se ha observado que las personas obesas
son menos eficientes para tomar decisiones complejas, como podría ser comer de
forma saludable. Esto sucede porque sus cerebros poseen una actividad cerebral
reducida y son menos aptos para controlar impulsos.
La forma de parar este círculo vicioso entre el consumo de
comida basura y el aumento de la
obesidad, que se ha convertido en uno de los problemas de salud pública más
importantes de nuestra sociedad, aún está por determinar. Lo que está claro es
que la industria del fast food juega un papel decisivo.