Como ya habíamos
comentado en el anterior artículo, las proteínas que conforman las estructuras
del cuerpo se encuentran en un constante proceso de renovación. Por un lado se
degradaban hasta dar lugar a sus aminoácidos constituyentes y por otro lado se utilizaban
para la construcción de otras proteínas junto con aminoácidos procedentes de la
dieta (los esenciales). Este mecanismo
recibe el nombre de recambio proteico.
Para poder llevar
a cabo la síntesis de las proteínas que nos son propias, las células necesitan
que estén presentes en ese momento todos los aminoácidos que compondrán la
proteína y además en una cantidad suficiente.
Todos
hemos oído hablar de la calidad de las proteínas, ¿pero a qué hace referencia
realmente?
Cuando hablamos de
la calidad proteica de los alimentos nos estamos refiriendo a la
aproximación química (en cuanto a
contenido y proporción de aminoácidos) entre la proteína de la dieta con la del
cuerpo. Es decir, que una proteína será de mejor calidad cuanto más parecida
sea en todos los aspectos a las que conforman el cuerpo humano. Por ello se
toma de referencia a la proteína del huevo, ya que son las más parecidas a las
endógenas, es decir, a las propias.
En la práctica,
muchos alimentos aportan proteínas que no son de alta calidad por presentar
algún aminoácido esencial en una muy baja proporción o carecer de el, esto es
lo que se denomina aminoácido limitante.
Son por la existencia de ellos que se debe realizar una complementación
proteica para que nuestra dieta sea completa.
¿Cómo
podemos realizar una buena complementación proteica?
Como ya habíamos
mencionado, el ser humano necesita un total de 20 aminoácidos, unos de ellos
deben ser aportados por la dieta (esenciales) y los otros eran sintetizados por
el propio organismo (no esenciales). La falta de uno solo de ellos hará
imposible sintetizar, es decir, construir proteínas que contengan dichos
aminoácidos. Los aminoácidos esenciales menos abundantes en los alimentos que
consumimos habitualmente son el triptófano, la lisina y la metionina.
Las proteínas de
los cereales (trigo, arroz) son en general deficientes en lisina; el maíz
además es pobre en triptófano y las leguminosas (judías, lentejas, garbanzos…)
son pobres en metionina y cisteína.
Las proteínas de
origen animal tienen composiciones, por lo general, más próximas a la “ideal”,
pero con un déficit en metionina. Cuando se combinan en una misma comida
proteínas que compensas sus deficiencias en aminoácidos esenciales el resultado
es el equivalente al consumo de una proteína de mejor calidad nutricional. A
este fenómeno es conocido como complementación
proteica.
Combinaciones de alimentos:
Legumbres con cereales:
lentejas/garbanzos con arroz o con patata,
Lácteos con cereales: bol de
leche con cereales de desayuno, pasta con queso
Verduras con cereales: judías
con maíz
Cuantos más alimentos
incluya nuestra alimentación, la posibilidad de mejorar la complementación
aumenta, pero no tiene sentido hablar de complementación entre proteínas de
semejante calidad, como la de huevos o leche o la de garbanzos/lentejas con
carne (tienen los mismos aminoácidos limitantes).
La complementación
proteica va a ser fundamental en la alimentación de los deportistas (en la que
interesa aportar proteínas de elevada calidad pero sin colesterol ni grasa en
exceso) y en dietas vegetarianas estrictas.
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